Cuando soltaron la primera vaquilla la tensión del ambiente se podía cortar con cuchillo. Todos los ojos miraban hacia la misma dirección mientras los corazones de los que estaban en el ruedo se aceleraron simultáneamente.
El primer valiente se acercó con paso decidido. El porte y la elegancia en los pases demostraron la vieja escuela. Sergio también le hizo los honores al animal que, rascando el suelo, levantaba nubes de tierra demostrando su disgusto.
Poco a poco los más arrojados, siempre dirigidos por los expertos matadores, enfrentaron sus temores en el ruedo. Los más afortunados lograron salir garbosos con el brillo de la victoria en los ojos, pues hubo otros, los menos, que rodaron por el suelo quedando su orgullo maltratado.
Después arrancó el mariachi y la alegría mexicana brotó en los corazones de los presentes. Las notas de Silverio se dejaron escuchar remarcando el ambiente taurino de la tarde. Tequila y cervezas refrescaban las gargantas de los que acompañaban la voz del mariachi.
Roberto, Lalo, Daniel y yo disfrutamos la tarde mientras moría lentamente el sol en el horizonte. La llegada de la noche trajo tacos al vapor y música de rockola, mientras el tequila seguía fluyendo y una que otra botella de tinto hacía su aparición.
Sergio afónico pero sonriente nos acompañaba ocasionalmente, pues el número de invitados era grande. Sin embargo la hora de partir llegó, el bautizo más sui generis al que he ido llegaba a su fin para darle paso a la noche bohemia.
Minutos más tarde acompañado de Gustavo y Hugo, dejábamos el Red Pub para iniciar la travesía nocturna por la ciudad. El motivo: la llegada de Juan Pablo, un poeta de origen francés radicado en Chile.
Más cerveza, humo de cigarro, anécdotas y duritos en el Scratch. El bar América con el horario amputado y tacos en Chapultepec. La promesa de una botella nos llevó a mi casa, donde el Beaujolais hizo su aparición con el beneplácito de Juan Pablo.
La plática por momentos parecía no terminarse al igual que la botella. Sin embargo la noche moría cuando fue el momento de despedirlos.
Creo que la próxima vez recordaré la importancia de tener las pilas de la cámara bien cargadas.