A veces la melancolía se apodera tan fuerte que un recuerdo aparece como una imagen en blanco y negro. A veces la melancolía es tanto, que separa durante un rato, el tiempo del espacio. El instante de las prisas. Se desmigajan los corazones con muy poca frecuencia, creo. Como si lo habitual no fuera ver cada otoño caer los sueños de las bocas como caen las hojas de los árboles. Cortar el viento con un aliento. Como si lo frágil, fuese feo. La fragilidad sufre y sueña. Y es terriblemente bella. Lo es porque huele a guerra insoportable ante el hastío. Ante la huelga de sangre derramada. Huele a mordiscos en el cuello, a hundir los dedos en su pecho, como lo hacían los aztecas. Igual también en honor al sol. Por la vida. Huele a cortar el aire, a des-garrar. A mano contra mano y no como puño. A paredes mojadas y piel caliente.
Aún olía a muerte cuando, desde el suelo, abrí los ojos y encontré allí su figura entre un cielo lleno de estrellas. Pensé que aquel sería un bonito final. Y sonreía. Porque ¿sabes? tengo la fea costumbre de acordarme de ti cada vez que sonrío. Tengo la fea de costumbre de sentir, que haberme encontrado con alguien como tú en el camino, es digno de tener, al menos, fé por la vida. Digno de convertirme en alguien valiente. En alguien, sí, frágil.
La mala de la película
1 comentario:
cof cof cof...no comments
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