Le sonreí y la invité a comer. En el trayecto platicamos de todo menos de lo que había sucedido el viernes y antes de darnos cuenta ya estábamos entrando al Chop.
Un sillón bastante mullido nos dio la bienvenida y enseguida ordenamos de beber algo frío. Después de compartir unas cuantas canciones en el iPod llegaron los paninis y en la sobremesa comenzamos a platicar.
Por unos momentos la plática se estancó, sentí estar en un punto muerto, sin ver claramente para dónde podríamos avanzar. Sin embargo al final, muy al final de una larguísima sobremesa y de hacer virtud de honestidad llegamos a un feliz acuerdo.
Faltaba poco para que anocheciera cuando salimos a la calle, pero el llevarla del brazo y saber que estamos dispuestos a seguir aprendiendo juntos me hizo sentir feliz nuevamente.
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1 comentario:
bueno y tu qué, sigues vivo o qué chingados?
Saludos
atte:
Cachalote
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