lunes, 9 de julio de 2007

Una boda excepcional

Salimos casi una hora y media más tarde de lo programado, y salimos de la ciudad como si huyéramos de la lluvia, de esa lluvia que inundó y desquició a Guadalajara el viernes pasado. Conforme avanzábamos nos pisaba los talones, encontrando la carretera seca al frente y las gotas detrás nuestro, y así sucedió hasta llegar a Santa María del Oro.

Nuestro convoy avanzaba disparejo. Mientras Roberto y su pie pesado lo hicieron alejarse de mí y de Fernando, yo trataba de mantener la misma velocidad del Jeep para no dejarlo atrás. A ese ritmo la llegada al pueblo de Santa María fue después de las 12 pm. (hora de Guadalajara) y después de una escala técnica para comer en un solitario puesto de tacos, emprendimos el descenso hasta la laguna, donde Emigdio dedicó más de media hora a tratar de despertar a la dueña de los bungalows, una amable señora mayor que finalmente se levantó para entregarnos las llaves y así, salvarnos de dormir en los carros.

El día amaneció hermoso, pleno y soleado. Desayunamos al pie de la laguna, apenas a unos metros de donde estaban terminando de montar el toldo y las sillas para la misa, mientras los invitados empezaban a llegar vestidos de rigurosa guayabera, muy a tono con el calorcito del mediodía.

Muchos rostros conocidos, muchas sonrisas y abrazos por todos lados. Emoción en el ambiente mientras todos se acomodaban en sus lugares en espera de que el padre diera inicio a la ceremonia. La laguna brillaba atrás, con sus tonos turquesa, enmarcando la sencillez y elegancia del montaje.

Finalmente inició. La pareja, enamorada y feliz, unía sus manos frente al altar mientras escuchaba las palabras del sacerdote. Las fotos no cesaban mientras la emotividad llenaba el ambiente y se dedicaban palabras de bienvenida y de buenaventura a los novios por parte de los padres, de las amigas de ella y los amigos de él, con la emoción reflejada en los ojos y las voces temblorosas.

La alegría que había en el ambiente, cuando finalizó la ceremonia, se trasladó hasta el lugar de la fiesta: un mirador con una vista insuperable de la laguna. El grupo versátil hizo honor a su nombre y prendió el ambiente con música que iba desde los típicos bailes coreografiados hasta las bravías canciones de mariachi.

Las horas se deslizaron rápidas, mientras la luz del sol nos regalaba diferentes estampas de la laguna antes de terminar su recorrido en el horizonte, lo que no fue impedimento para que el festejo, más pequeño e informal, continuara al pie de la laguna hasta la madrugada.
Con el novio, poco antes de la boda


Con Fer y Daniel antes de iniciar

Daniela y Susana

La feliz pareja

Escuchando el cuarteto de cuerdas

A punto de convertirse en esposos

"Tantos mundos, tanto espacio... y coincidir"

La laguna en todo su esplendor



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