"Yo tengo poco de gobernador, pero a lo mejor ya se dieron cuenta que, a mí, lo que algunos poquitos dicen ¡me vale madre! Así de fácil [aplausos]. Yo sé lo que se tiene que hacer en Jalisco [aplausos].
"Déjenme decirles que yo estoy comprometido con este movimiento, y que traigo aquí un pinche papelito [risas y aplausos cortos] que dice: Gobierno del estado de Jalisco, Secretaría de Finanzas... Óscar [García Manzano, titular de la Sefin], ¿dónde andas? ¡Hasta que, cabrón, hiciste algo bueno por Jalisco! [aplausos] ¡Martín Hernández, felicidades, chingado: ya hacía falta! [...] Éste es un cheque. No me importa, me cai. Don Juan [Sandoval Íñiguez]: absuélvame desde allá [risas]. Además, tamos haciendo un buen desmadre, don Juan, ¿sí o no?"
"Digan lo que quieran, perdón señor cardenal, chinguen a su madre".
Emilio González Márquez
Gobernador del estado de Jalisco
23 de abril de 2008
En el banquete del Hambre y de la entrega
de un donativo por quince millones de pesos
al Banco Diocesano de Alimentos
Periódico Público
Viernes 25 de abril 2008, Pág. 08
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Chingo a mi madre
Cuando un gobernador le mienta la madre a sus gobernados algo anda muy mal. Tan es así que el propio Emilio González salió a ofrecer disculpas a la primera oportunidad. La pregunta no es si estuvo bien o mal. No hay duda: estuvo fatal, fue una pésima decisión que significa un punto de quiebre en su gobierno. Después de esto nada será igual.
La espiral de declaraciones cada vez más fuertes aunadas a las manifestaciones cada vez más estridentes parece haber llegado a un límite. La mentada de madre es una especie de diapasón político que marca el tono de la relación con los gobernados. Si de algo podemos estar seguros es que la marcha de mañana (sábado), que pintaba para ser marginal, será bastante más grande de lo esperado y será de mentada de madre para arriba.
Si nos sorprendió lo agresivo de las consignas de hace quince días, ahora esperemos todo. (Para colmo, a quien el gobierno aparentemente pretende ayudar, que es al cardenal, todo este desastre le está saliendo carísimo en términos de imagen).
Quien ha marcado el tono ha sido el propio gobernador. Es evidente que la relación entre gobierno y sociedad no está funcionando, pues los límites se han difuminado de una y otra parte. Nada tiene de malo que se digan malas palabras o que se use lenguaje coloquial (la vida sería horrible sin malas palabras), pero no se pueden usar desde el poder, en referencia a otras personas o grupos y mucho menos con los que están en una posición política distinta.
El lenguaje diplomático tiene una función clara y específica: permite decirnos las peores cosas sin insultarnos ni agarrarnos a golpes. Una mentada desde el poder rompe todo lo que esté a su paso. El estilo personal de gobernar de Emilio lo ha llevado a convertirse en el pararrayos del gobierno. Recibe todos los reflectores y todas las descargas. Atrae todas las broncas y, cuando no las hay, las provoca.
En el gobierno existe la percepción de que quienes se oponen a sus decisiones son una minoría rijosa que de cualquier manera se opondría a cualquier decisión. El riesgo de esa postura es que los lleva a no escuchar y, por lo mismo, a no pensar. Descartan cualquier argumento por el simple hecho de no coincidir. Casi un mes después de la decisión del donativo (que el gobierno llama inversión) siguen pensando que quienes opinan en contra lo hacen "nomás por joder" (Bebeto dixit) y no entienden argumento alguno.
Atendiendo el mensaje del gobernador, yo chingo a mi madre (ni modo, jefa), pero me reservo el derecho a disentir.
Diego Petersen Farah
Periódico Público
Viernes 25 de abril 2008, Pág. 08