sábado, 28 de junio de 2008

Fiestuca

Cuando entré reconocí la casa inmediatamente, pues ahí vivió un amigo del Iteso. La misma distribución, muy pocos muebles y la alberca al fondo. Lo mismo pero diferente.

Poco a poco los más sui generis personajes empezaron a poblar el lugar, formando grupitos que iban llenando el jardín. Algunas máscaras como de carnaval pululaban por el lugar, mientras las sonrisas, los saludos y los brindis se sucedían repetidamente.

Al poco rato los acordes de un saxofón llegaron hasta mis oídos, preludio de lo que venía. Primero fue uno, después se acercaron los demás y en un santiamén el sax se encontró acompañado por cuatro djembes que marcaron el ritmo de la noche.

Más tarde llegó Marcel con su acordeón y se integró al toquín. Y mientras ellos tocaban se armó la ronda para romper la piñata, que no podía quedarse atrás y ostentaba imágenes anticapitalistas...

Baile y ritmos tribales. Humo y cerveza. Cuando finalmente llegó la lluvia, la fiesta se trasladó a la sala donde los cuerpos continuaron contonéandose al rítmico golpeteo.

Y aunque la lluvia invitaba a quedarse bajo techo, finalmente el cansancio de la semana y la falta de cerveza nos marcó la pauta para emigrar.

Hoy, ya más repuesto, la noche se presenta tentadora para buscar nuevas rutas...















1 comentario:

Pillo dijo...

uy que buena nochecita, extraño el olor a lluvia de mi tierra, caà llueve pero ni hay tambores ni ese olor a tierra mojada..en fin..e abrazo...