Satisfecho a más no poder y de una manera por demás deliciosa, hizo su aparición el segundo antojo de la tarde: una bebida espirituosa que pusiera broche de oro a la comida. Sin embargo, dos cervezas heladas en el Funiculá mientras Hugo y Caroline cenaban no fueron suficientes, así que dirigimos nuestros pasos a La Santa, donde finalmente unos Absolut tonic mitigaron el calor y el antojo...

2 comentarios:
uy que nostalgia me dio La Santa..chale....
saludos
E.
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