miércoles, 13 de junio de 2007

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Pues sí, por fin el sábado pasado cambié mi estatus civil. De ahora en adelante, cada vez que llene un formulario y llegue a ese apartado, escribiré: casado.

Fueron varios días previos de carreras, de trámites, de preparativos y, aunque no lo creía, de nerviosismo. Según yo muy tranquilo y a la mera hora… ¡zas! un ataque de fiebre que me mantuvo en cama con el cuerpo cortado me demostró lo contrario.

Lo bueno es que ya se consumó todo: las dos familias emocionadas y bien peinadas, la cena esperando ser servida al igual que las botellas de vino. Sonrisas, saludos, alegría y emoción en el ambiente.

En punto de la hora llegó el oficial del Registro Civil, formal y muy amable, para inmediatamente proceder con la ceremonia. Todo bien, hasta que pasó lista de los testigos y faltaba una...

Dos llamadas telefónicas y siete minutos después el oficial pudo iniciar los trámites, no sin antes bromear que ella pagaría la cena, rompiendo así la tensión que se había generado.

Una pequeña pero sensible reflexión sobre la importancia del paso que íbamos a dar, el agradecimiento a nuestras mamás ahí presentes, la negativa de las testigos de conocer impedimento legal alguno, la manifestación expresa de Susana y mía de aceptarnos como esposos, la firma del acta y... voilà! Una nueva familia acababa de nacer.

Muchos abrazos, muchas fotos, muchas sonrisas y felicitaciones, varios vasos de whisky, uno que otro cigarro y los nervios se fueron diluyendo hasta dejar finalmente una mezcla de emoción e incredulidad en nosotros, que hacía aparecer sendas sonrisas de felicidad cuando nuestras miradas coincidían.

Y así, de esta forma, esta pequeña historia de amor no termina… apenas empieza, porque como dice un querido amigo: Lo mejor está por venir.



MIS DOS FAMILIAS

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