El ritmo acelerado de mi vida se ha mantenido constante, todo parece suceder ante mis ojos y a mi alrededor a una velocidad impresionante, como si el mundo entero estuviera en fast forward.
Y la sensación que he tenido durante estos últimos meses (¿el año completo quizá?) es que el tiempo no me alcanza para hacer todo lo que quisiera hacer. Mi blog, por ejemplo, las últimas entradas que he publicado no son más que síntesis de varios días en los que por una u otra razón no pude escribir.
No es que sea tan malo, pero es que de repente toda una vivencia llena de sonidos, colores y texturas queda reducida a unas cuantas líneas, perdiendo mucho de su esencia…
Hoy no es la excepción, hoy tengo muchas cosas por contar desde mi última entrada.
Para empezar tuve la oportunidad de conversar largamente con Any y aunque la quiero mucho y siempre me da gusto verla, creo que esa noche nuestra plática estuvo muy densa, rayando en lo amargo. Sin embargo fue una excelente oportunidad de desahogarme. Lo bueno es que quedamos de vernos pronto para tener una plática más ligera y relajante.
Después, siguió el turno del buen Compish y con nuestra respectiva cerveza en una mano y un plato de pretzels en otra, dimos cuenta de una larga serie de temas cotidianos en los que de una manera u otra coincidimos todas las veces, enriqueciendo nuestros puntos de vista y renovando los bríos para enfrentar la vida.
También platiqué con Susana. Fue una plática larga y espinosa pero muy satisfactoria. De esas en las que logras entender a la otra persona y que ella te entienda también. Ahora las cosas no podrían estar mejor.
El sábado empezó la FIL. Nuevamente la visita obligada en los espacios de tiempo disponibles y la experiencia deliciosa de sumergirse entre tantas obras maravillosas, una muestra de que el conocimiento enciclopédico es una hermosa quimera de nuestros tiempos. Mi admiración para aquellos que perseveran en esa meta imposible.
Finalmente, el domingo tuvimos una comida deliciosamente familiar. Susana, su hermana Rosalinda y su mamá fueron a la casa a pasar la tarde. Risas, comida mediterránea, uno que otro chiste, pastel y café hicieron que la tarde se deslizara de manera suave y tranquila. El colofón perfecto para el fin de semana.
Martes, dos menos. Por hoy he terminado mi trabajo. En unos instantes más iré rumbo a mi casa. Aún bajo el sol, el viento frío recorre la ciudad, que lentamente se viste de luces de colores anunciando la próxima Navidad y las vacaciones. La cuenta regresiva ha comenzado.
Buenas vibras para el Cachalote en su regreso a Guadalajara, mi corazón completo para Susana y saludos para todos.
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