lunes, 24 de septiembre de 2007

De noche

Manejar de noche a Maruata es toda una experiencia. Hacía un año y nueve meses que no transitaba esa carretera y era la primera vez que lo hacía en la oscuridad total… tratando de mantener la dirección correcta en cada curva, mientras la lluvia golpeaba el parabrisas y mi espacio se reducía debido a los camiones de carga en sentido contrario que invadían mi carril.

Cerati, indiferente a todo, seguía cantando quedamente su amor amarillo. Los kilómetros se alargaban en la oscuridad mientras la lluvia iba quedando atrás, hasta que las luces del expendio de cerveza al pie de carretera nos indicaron que, por fin, el viaje había concluido.

Maruata de noche. El cielo estrellado, sin luna y sin nubes nos dio la bienvenida. Un solitario foco en la enramada cortaba la oscuridad, permitiéndonos armar las casas de campaña e inflar el bendito colchón de aire que nos brindó una noche de descanso inigualable.

Esta vez no hubo Scrabble(*), en su lugar la baraja dominó la primer noche, mientras disfrutaba de un Camel y la brisa nocturna.

La mañana trajo un puñado de tortillas recién hechas, huevos a la mexicana con frijoles refritos y la primer cerveza del día. El sol en todo su esplendor nos acompañó en el recorrido por las playas, mientras constatábamos que el lugar estaba desierto a excepción de dos parejas que viajaban juntos.

Sentados bajo una enramada disfrutamos de la charla de mediodía mientras las cervezas sudaban en nuestras manos. Incluso mi antojo de ocasión, incitado por las alegres notas musicales, fue colmado con una nieve de coco y fresa frente al mar.

Pulpo, camarones y pescado dorado para la comida, regados con abundante cerveza helada hicieron necesaria una siesta vespertina en la hamaca. Y cuando llegó la noche, el dominó hizo su aparición para acompañar la botella de vodka y los cigarros.

El domingo llegó demasiado pronto. El campamento desapareció después del desayuno y lentamente, sin ganas, emprendimos el regreso a casa.

La carretera lucía diferente, enmarcada por la abundante vegetación que brillaba bajo el sol, mientras el mar se asomaba ocasionalmente a nuestra izquierda. Incluso una iguana perezosa nos hizo aminorar la velocidad una vez, mientras continuaba parsimoniosa su camino sobre el asfalto.

Maruata, la misma palabra, un mismo lugar y un nuevo significado añadido. Tal vez sea cierto que todo tiempo pasado fue mejor.




(*) Cachalotl: has de ser remalo, por eso te burlas, méndigo.

1 comentario:

mariana m* dijo...

Yo añoro Maruata de muchas maneras que al final es una sola.
Menos mal que te desenmascaraste, jeje.
Un gran saludo y felicidades re atrasadas por la nueva etapa que vives al lado de Susana. Pero felicidades al fin.
^_^