martes, 9 de octubre de 2007

Entre brumas

Hay veces que los dedos me cosquillean en un impulso irrefrenable de escribir, de dejar que las palabras se vayan entretejiendo en el monitor… y mientras los dedos danzan en el teclado, las palabras forman textos que pretenden exorcizar inquietudes, deseos, temores y uno que otro dolor, de esos que suele padecer el cardias.

Otras veces mis dedos parecen entumidos por un frío desconocido, una rigidez que bien pudiera compararse con el mutismo que puede experimentar una persona cualquiera que permanece ensimismada en sus pensamientos. Esos días mis dedos callan lo que bulle en mi interior, como dejando que ese hervor se asiente y deje lo realmente trascendente en la superficie, como cuando uno hace café usando esos viejos pocillos de peltre que usaba mi abuela.

Días de silencio, de reflexión. De miradas interiores. De miradas subrepticias al entorno mientras uno yace, cobijado, miles de kilómetros tierra adentro. Y a la vez oteando el horizonte, tratando de percibir la brisa lejana de otras islas, otros mundos…

Hoy mis dedos callan. Mi voz enmudece mientras me envuelvo en mi mismo y la niebla me cubre.

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