jueves, 7 de diciembre de 2006

Casino Royale

Este viernes se estrena en México la nueva película de James Bond: Casino Royale. Muchos comentarios han surgido en pro y en contra de esta película, especialmente acerca de su nuevo protagonista Daniel Craig.

No logro recordar la primera vez que conocí a James Bond, pero fue hace muchos años, cuando aún era un niño y llegó a mis manos un pequeño libro editado en Panamá por la editorial Albon. Lo descubrí por casualidad e impulsado por la curiosidad, en uno de los libreros de mi casa, donde había varios títulos más escritos por el mismo autor: Ian Fleming.

Recuerdo incluso que mi madre me los escondió porque ni siquiera llegaba a los 10 años y los consideraba impropios para mi edad. Lo que nunca supo es que ya había leído la mayor parte de ellos (cerca de 9 libros de 12) y había quedado enganchado con ese mundo a la vez cruel y frío pero maravillosamente glamoroso del espía inglés.

Cuando pasaron varios años y tuve edad suficiente para rentar películas clasificación ‘C’, acudí a un videoclub a rentar las películas de Sean Connery (el James Bond por excelencia) y, contrario a mis expectativas, quedé muy desilusionado.

Alguna vez escuché que al leer algo uno crea una imagen de los personajes y de los lugares donde se desarrolla la obra… sin embargo ese no fue el problema, el problema fue que me encontré con una película que iba de lo dramático a lo gracioso y hasta inverosímil, pues el agente secreto en cuestión tenía a sus disposición infinidad de artilugios que le permitían sortear los retos más difíciles.

Los libros eran diferentes, realistas. En ellos se describía a un hombre soltero en toda la extensión de la palabra, que le gustaba de manejar a altas velocidades, beber martinis (agitados, no revueltos), que se involucraba con cuanta mujer guapa estuviera a su alcance, y que comía sin preocuparle su salud (¿Colesterol? ¿qué demonios es eso?). Obviamente trabajaba en el Servicio Secreto inglés (MI6), donde destacaba por sus cualidades para matar (tanto con armas como sin ellas) y que pertenecía a la selecta clasificación de los agentes doble 0, léase permiso expreso para matar en servicio.

Un personaje complejo, un hombre en toda la extensión de la palabra. Al que se le llegaron a asignar las misiones más difíciles, aquellas donde otros doble 0 habían fracasado incluso.

Los escenarios eran numerosos y variados, desde la isla de Jamaica, pasando por Australia, México, Estados Unidos, Italia, Japón, Canadá, Rusia, Alemania Oriental (viejos tiempos aquellos del comunismo), Inglaterra misma y sin olvidar Francia, donde trascurre la película próxima a estrenarse.

Casino Royale… Aún recuerdo la portada del libro donde aparecía el dibujo de un hombre moreno y pelo oscuro, vestido de smoking y con una pistola humeante en la mano, protegiendo a una mujer con vestido de noche que está a sus espaldas.

Primer libro de la colección y uno de los más crudos, donde se muestra mucho del verdadero Bond y su forma de trabajar más allá del glamour y de las chicas lindas.

Aquí, Bond tiene la misión de enfrentarse a un hombre llamado Le Chiffre (la cifra), que está vinculado con una asociación terrorista (SMERSH), en un mano a mano de Bacará (parecido al Black Jack) y derrotarlo para dejarlo en bancarrota. Con ello lograría evidenciar los malos manejos realizados por Le Chiffre en los negocios de la organización, provocando que SMERSH buscara eliminarlo.

En fin, uno de mis libros favoritos de Ian Fleming, a quien se le atribuye haberlos escrito basándose en su propia experiencia como agente secreto. Pero de los reales, de los que sangran y sienten dolor mientras los torturan.

Con ese perfil se estrenará Casino Royale, lo que viene siendo un parte aguas entre las películas realizadas anteriormente y el ‘nuevo’ Bond. Me imagino que será algo así como Batman Begins que se distanció años luz de sus predecesoras.

Hasta aquí todo estaría muy bien de no ser por pequeños detalles que, a los puristas como yo, dejan mucho que desear de este borrón y cuenta nueva.

La primer crítica de los fans a nivel internacional es el hecho de haber elegido a Daniel Craig como el nuevo Bond, y no tanto por sus dotes histriónicas (¿alguien recuerda alguna película suya aparte de Munich?), sino simplemente por no cumplir con el perfil estético impuesto por el autor y seguido fielmente por los actores anteriores: Un hombre moreno, de pelo castaño oscuro y delgado. Con una cicatriz en su mejilla derecha para mayores datos, con mirada dura y sonrisa cruel.

Después podría enumerar las desventajas de ‘actualizar’ la obra, pues eliminan y cambian a varios personajes clave en los libros.

‘M’ por ejemplo, es el jefe directo de Bond y cabeza del Servicio Secreto, hombre duro y parco que conoce los límites y capacidades de sus agentes y quien dirige la organización con mano dura. “Un viejo lobo de mar” dijo Bond en uno de los libros.

Pues bien, en este ‘nuevo’ comienzo decidieron seguir con la nefasta idea de cambiarlo de género y que lo interpretara una mujer, lo que sucedió desde Golden Eye con la aztriz Judi Dench. Así, de un plumazo borraron a MoneyPenny, la secretaria de ‘M’ y eterna enamorada de Bond.

Tampoco estoy de acuerdo con las declaraciones del mismo Craig, quien abrió la boca para decir que estaría de acuerdo con que se filmaran “escenas homosexuales de alto contenido erótico”, lo que simplemente resulta una abominación para el personaje.

Ya bastante teníamos con que su físico no encuadrara, con su incapacidad de manejar carros estándar a alta velocidad (¡el auto de la película es automático!) y su incomodidad en el agua (¿miedo?) pues tuvo que filmar una escena con chaleco salvavidas donde NO debería de haberlo llevado. Además de haberse roto dos dientes durante la filmación (chico ágil donde los hay).

Total, por mi parte había dicho que no iba a ir a verla. Especialmente decepcionado de otras pésimas adaptaciones cinematográficas que se han llevado a la pantalla grande de otro tanto número de personajes y super héroes.

Sin embargo decidí verla primero y terminar de opinar después. Total, siempre queda la opción de regresar a los orígenes, a las letras impresas.

Verba volant, scripta manent

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