Hoy la mañana se estira lentamente, aletargada por el frío, mientras se coloca, como un gato perezoso, bajo el tibio rayo de sol que entra por mi ventana.
Abajo, a unos metros de distancia, la vida sigue su ritmo normalmente. Carros, ruido, personas que van y vienen con sus abrigos, cobijando pendientes y preocupaciones. Brillos de sonrisas ocasionales y uno que otro paquete que alberga en sus entrañas una promesa, mientras el cielo se extiende pleno y radiante sobre nuestras cabezas.
La vida en el exterior sigue, ajena a mí, mientras los minutos atrapados al interior de mi ventana desfilan interminables a mi alrededor.
Ecos de voces familiares pero lejanas resuenan en mis pupilas. Otro mundo se despliega en esa otra ventana a la que ahora me asomo…
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