jueves, 14 de diciembre de 2006

Qué fácil es la ausencia...

El mesero trajo los platillos hasta la mesa. Los rollitos de sushi delicadamente formados esperaban el momento de ser sumergidos en la oscura salsa para ser engullidos. Dos sonrisas brillaron al cruce de las miradas de satisfacción. Un trago a la cerveza helada dejó un agradable cosquilleo en la garganta, y el trago a la copa de Clamato permitió que los sabores encontrados bailaran en su boca.

Sonrisas, bocados alternados con uno que otro beso ocasional, un comentario perdido y más sonrisas. Los momentos se fueron dilatando y la prisa y la incomodidad quedaron atrás, ajenos a ellos. Lejanos como la ciudad que rugía silenciosamente desde el otro lado de la vidriera.

Cuando finalmente se zambulleron en el río de luces y sonidos de motor, la dulzura del agua natural encerrada en una pequeña botella propició la charla alegre y despreocupada. Mientras el mundo alrededor giraba en una agresiva danza, la burbuja de tranquilidad sobrevivía al interior del auto.

Como rojos latigazos sobre la delicada piel de la complicidad y la ternura quedaron marcadas palabras irreflexivas, mientras la armonía construída laboriosamente durante la tarde, se diluía irremediablemente.

Con la paciencia debilitada a base de ponerla a prueba una y otra vez, la ecuanimidad tardó en hacer su aparición, y aún así fue relegada por el enojo racional de él, ese que se alimenta de recuerdos y malentendidos nunca aclarados...

Quiso aligerar el momento, minimizar lo sucedido, sin embargo lo limitado de las respuestas obtenidas marcaban una barrera infranqueable. Ante su asombro, la indignación hizo su pronta aparición, pero también fue despedida sin mayor dilación.

"Qué fácil es la ausencia..."

Mientras iba rumbo a mi casa resonaban en mi cabeza esas palabras sin saber muy bien por qué.

Sé que la amo, sé que me ama y sin embargo a veces siento que no pone mucho de su parte.

Será tal vez que mi mayor error es pensar que está conciente de sus defectos y, más aún, que quiere superarlos para no desgastar la relación.



La ciudad brilla, se hace presente del otro lado de la ventanilla, mientras la mirada opaca revela que los ojos miran hacia adentro. A cada instante se acerca más al descanso nocturno, dispuesto a cerrar los ojos y olvidar por instantes lo sucedido.

La ausencia, la lejanía, la indiferencia no suenan tan mal.

Mañana será otro día. Mañana las cosas se verán distintas... ¿lejanas?

1 comentario:

Ekléctica dijo...

Estar es a veces más dificil. La cosa es que cuando te has decidido por estar con alguien, no queda más que sacar paciencia de la guantera, para despues darte cuenta de que la perfección dura instantes y que gracias a ello todo lo demás vale la pena.

Saludos.