martes, 29 de enero de 2008

Mucha carretera

Después de un fin de semana bastante ajetreado, con cambios imprevistos y mucha carretera de por medio, pude descansar la noche del domingo y la del lunes. Aunque ayer andaba todavía un poco desgastado.

Pero bueno. Después de haber viajado la noche del viernes hasta León y el sábado temprano hasta Salamanca, y después de los penosos trances de la misa y el pésame, ya de regreso en León pude disfrutar de un excelente domingo, lleno de sol y harta carne asada.

Y es que después de desayunar en casa de Miguel, el hermano mayor de Susana, hicimos consenso y nos dirigimos al Parque Metropolitano. Llegando, lo primero que hicimos fue rentar una bicicleta doble y, sin mayor trámite, Susana y yo nos pusimos a pedalear siguiendo las rutas trazadas a lo largo del parque.

Cabe mencionar que al principio nos costó bastante trabajo conservar el equilibrio sin dar tantas vueltas con el manubrio y, sobre todo, poder pedalear sincronizadamente para poder enfrentar las subidas del lugar. Pendientes que sufrimos todas las veces menos una, la única en la que pudimos llegar a la cima, todos agitados y sudorosos, pero muy sonrientes.

Después de haber comprado una bien merecida botella de agua, nos pusimos a descansar bajo la sombra de un árbol. Hasta entonces pude admirar a plenitud la belleza del lugar. Lo que más me gustó fue la presa, que con la tranquilidad de un lago, reflejaba cientos de colores en su superficie cuando el sol se proyectaba en ella.

Lanchas, árboles, muchos árboles, asadores, juegos infantiles, zona de camping, puestecitos de comida, un circuito para correr y otro para bicicletas y hasta un tren que recorre el lugar es lo que se puede encontrar en el Parque Metropolitano de León.

Poco después llegó la comida. Un poco de carbón, ocote y un cerillo bastaron para que el aire nos ayudara a prender las brasas y a asar la carne en un santiamén. Las quesadillas y las cebollitas desaparecían como por arte de magia mientras la arrachera adquiría el punto exacto, justo antes de ser reemplazada por el siguiente pedazo crudo que se asaba deliciosamente en el carbón.

Uno a uno, los sobrinos de Susana, sus hermanos y cuñadas, ella misma, su hermana, su mamá y finalmente yo, fuimos quedando satisfechos. La tarde en el parque culminó con una vuelta en el trenecito, mientras disfrutábamos de un algodón de azúcar.

Poco después, una vez recogidas las maletas, nos encontrábamos en carretera nuevamente pero ahora con dirección a Guadalajara mientras la tarde moría lentamente en el horizonte...







1 comentario:

Pillo dijo...

Ah que bonito pedalear sincornizados, una buena analogía del matrimonio..me encantó el post...El metropolitano rulea, eso que ni que...